Las gaviotas.

Hoy voy a empezar a construir la casa donde estaré para toda la vida. Para ello necesitaré madera, mucha madera, pues será una casa grande, tan grande como puede parecer un hombre muy alto, gordo y barbudo abriendo mucho los brazos. Así de grande. Las puertas serán del mismo color que el musgo que crece en las piedras de los ríos, y tendrán pomos hechos de madera de sauce risueño, pues los llorones no tienen cabida en mi humilde morada.
Continuando con la visita, os diré que todo el suelo de mi casa estará cubierto por una fina capa de césped. Pero no de ese césped que estáis pensando, no de esa mierda artificial que llevan las alfombras del ikea y que pincha más que la cara oculta del Partido Popular. Oh, ni mucho menos! Será un césped mullido proveniente de los mejores prados de Inglaterra, para que uno pueda tumbarse tranquilamente en vez de recostarse en el sofá, y para poder ir descalzo. Me encanta ir descalzo, sobre todo si hay algo que merece la pena sentir bajo los pies. Y, los días más calurosos de verano, una fina alfombra de nieve le dará ese toque moderno y chic que tanto se lleva ahora.
En cuanto a la televisión, será de un cristal tan puro tan puro que será transparente. Es un nuevo concepto de televisión, última tecnología LCD ultraPanoramic que te informa de todo lo que sucede en tu entorno con un sonido Dolby Surround que envuelve toda tu casa si decides abrirla. Si, abrirla, lo has oído bien, las nuevas tecnologías es que son la monda. Los batas blancas le han otorgado el futurista nombre de “ventanas”. En inglés Windows. Jugando con el nombre ese de los ordenadores. Qué pájaros, si es que se las saben todas…
En cuanto al techo, aquí los batas blancas me han ayudado un poco también. Todo el techo es una gigantesca bóveda de cristal. Y pensaréis, la tele, el techo… este tipo está rozando lo hortera. Pues cágate. No es un cristal cualquiera. En realidad, han aprovechado la foma semicircular de mi tejado y, tomando como modelo una cámara fotográfica (de las buenas, de las Reflex), han hecho de él una enorme lente con zoom ajustable para, por la noche, poder ver las estrellas. Y con las estrellas me refiero a cualquier jodido diminuto punto brillante del universo, amigos.
Qué mas, que más… mi nevera comunica directamente con un enorme huerto de todas las cosas de las que te entran antojo (y que hacen que te entre antojo), similar a la sala de los Menesteres; hay una anchísima minirampa de madera de caoba en el segundo piso, subiendo las escaleras de caracol, y la piscina del jardín conecta directamente con mi dormitorio por un tobogán. Ah, y no os lo dije? Mi cama está hecha de senos femeninos! Un gusto de almohada…
En fin, no nos vamos a engañar, vivo bastante bien. El caso es que si quereis venir a visitarme y a gorronearme mi jacuzzi de gelatina, tendrás que pagarme un pequeño alquiler. Tan fácil como contarme una historia, que sea bonita, y que no sea verdad. y bienvenidos a mi hogar

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