Tampoco tan lejos.

Marta y Lucía se quieren. Se quieren con el corazón y las entrañas, pero, por supuesto, hoy en día, en el amor, eso no lo es todo. También se quieren con los ojos. Hay días en los que solo se quieren con los ojos.
Otros días se quieren en silencio, con los hombros y los pulmones, con los tobillos y las pestañas. Esos días se habla poco, pero que no os engañen, también se quiere mucho.
En primavera, si hace bueno, sus orejas se van a la playa y comen fajitas frías mientras hablan por los codos, que están sentados a su lado. Después se separan (un poco de intimidad, por favor), se van a pasear por el puerto, y juegan a adivinar lo que trama toda la gente que pasa por allí: el nombre de un perro que nunca tuvieron, su cena de esta noche, un musical imaginario, cómo es el resto de la gente que pasa desnuda… porque bueno, todos tramamos algo, no?
Hay días en los que tienen que poner más de su parte, porque las lenguas se han enfadado. Para solucionarlo, suelen mandar a sus costillas para que medien entre ellas, y así poder hacer las paces! Suele ser bastante eficaz y, cuando todo se ha resuelto, llaman a todo el mundo para hacer equipos y jugar a tener sexo. Todo el mundo se lo pasa bastante bien ahí.
La verdad que se lo pasan bien. El otro día se levantaron en uno de esas mañanas en las que te das cuenta de lo que mola la vida, y como en una canción de Mika, todo el mundo se enamoró. Sus narices fueron a dar un paseo cogidas de unas manos que no paraban de besuquearse con unos labios que solo hablaban de la boda que iba a celebrarse esa tarde entre los dedos de los pies, ya que, al fin, la multigamia (todos con todos) había sido legalizada!
Pero me temo que no todo en esta vida es tan bonito como los pintores lo pintan. Hace un mes, Marta cogió un avión a Chile, debido a una oferta de trabajo que su cartera con telarañas no pudo rechazar. Y entonces, todo el mundo echó de menos a todo el mundo. Manos que no se entrelazan, pies que no se frotan, brazos que no abrazan.
Pero me congratula decir que esto no es el fin de la historia. Claro que no. Ahora, Marta y Lucía se quieren con las mentes. Sabían quererse en silencio, con manos y pies, con uñas y dientes. Así que, por qué no quererse con las mentes?
He de decir que no fue coser y cantar. Una mente no puede despertarse un día y comenzar a querer (por mucho que quiera). No, me temo que no funciona así. Tienen que encontrarse a sí mismas, y luego a la otra mente, dondequiera que esté. Lejos, cerca, da igual, el proceso es el mismo. Y es cierto que les llevó un tiempo, pero ahora han pulido sus habilidades y son las mejores en esto. De hecho, cada domingo, tienen una gran reunión, y cuentan sus historias a los dientes, las cejas, los pulmones…. Todo el cuerpo escucha con atención, y acaban decidiendo que tampoco están tan mal. Ni mucho menos.
Nadie nunca está tan mal.

Comentarios

  1. Hola, un relato muy bonito, me gusta como describes un amor tan apasionado, entre líneas. Sin especificar nada, haces que se entienda todo. ¡Ay y la distancia en el amor! Algo tan complicado pero no imposible. Me ha gustado mucho. Un abrazo!

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